En los últimos años Francia funciona a tirones, plana durante buena parte del año y con un fogonazo final que desata la euforia. Contra Irlanda en octavos, los anfitriones esperan encontrar el partido que les lleve a elevar su nivel.
Será el mismo rival que hizo a todo el país recuperar la sonrisa en 2009. Entonces fue en la repesca para el Mundial del año siguiente y los irlandeses tenían contra las cuerdas a Francia, dominados en su estadio por un gol de Roy Keane.
La eliminatoria estaba empatada, porque Francia había marcado de rebote en Dublín y en la prórroga, Thierry Henry se llevó con descaro el balón con la mano y centró para que William Gallas marcara el gol que les llevaba a Sudáfrica.
Todo el Estadio de Francia vio la mano del atacante menos el colegiado sueco Martin Hansson. Después, la FIFA reconoció que no todo es transparente en esa institución e Irlanda se llevó un cheque compensatorio de 4 millones de euros.
A Francia aquel partido le sirvió para recobrar aliento, aunque no para salvar su imagen que, con el tiempo, se vio como la de una selección descompuesta y con un técnico, Raymond Domenech, incapaz de mantener el orden.
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viernes, 24 de junio de 2016
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