Francia se puso el traje de Uruguay y le atizó con su misma medicina, fútbol rocoso y duro, para ganar 0-2, con goles de Raphael Varane y de Antoine Griezmann, con los que alcanzó las semifinales del Mundial de Rusia.
Durante toda la semana se debatió si Griezmann, amante de la cultura charrúa, era medio uruguayo o francés. Luis Suárez sentenció que era galo, que no tenía nada que ver con su país, y esas declaraciones se volvieron contra él con una “bofetada” a su equipo.
En los 90 minutos que duró el duelo, no sólo Griezmann fue medio uruguayo, lo fue toda la selección francesa, que practicó un fútbol muy charrúa para acabar con el equipo de Tabárez. Trabó el partido constantemente, marcó un gol de balón parado, otro de casualidad y consiguió su objetivo: pasar a la penúltima ronda del Mundial.
Pero Uruguay no tiene nada que ver. Es todo lo contrario. Sabe perfectamente lo que hace. Su sistema está muy bien definido, casi se puede recitar la alineación de memoria y todos los jugadores, sin excepción, son unos perros de presa. Y, todos, sin dejar ni un sólo espacio, se agrupan en torno a su portero, Fernando Muslera.
Mbappé se quedó sin el terreno con el que luce su zancada. Uruguay, no cedió nada al delantero del París Saint-Germain y durante la primera parte, Mbappé apenas dejó algún arranque que enseguida fue frenado con las ayudas que se prestaban todos los jugadores charrúas.
Sin embargo, otra de las grandes cualidades de Uruguay, la definición de su dupla Luis Suárez-Cavani, se quedó coja. Sin el segundo, lesionado, el equipo de Óscar Tabárez perdió ese último detalle en ataque que siempre marca la diferencia. Christian Stuani, su sustituto, es un jugador correcto. Pero no es Cavani.
Antes del gol de Varane, el cuadro sólo tuvo una ocasión en la cabeza de Mbappé, que no acertó tras un centro de Olivier Giroud. No hubo más acercamientos del combinado de Deschamps, que, paradojas de la vida, se adelantó en el marcador antes del descanso a través del método preferido de Uruguay: a balón parado.
A cinco minutos para el final de los 45 primeros minutos, Antoine Griezmann, desaparecido hasta ese instante, sacó una falta desde la banda derecha medida a la cabeza de Varane. Muslera no pudo salvar su remate y en el marcador lució un 0-1 efectivo. Unos pelearon hasta la extenuación sin premio y los otros lo encontraron entre la garra uruguaya.
Sin más, se llegó al descanso. Todo estaba por decidir, pero Francia se frotaba las manos. Uruguay tenía que adelantar sus líneas para ir a por el empate y se dibujaba una futura autopista para el lucimiento de Mbappé.
Entonces, justo cuando Tabárez metió más electricidad al lance con dos sustituciones (el “Cebolla” Rodríguez y Maxi Gómez por Stuani y Bentancur), llegó la jugada desgraciada de la tarde: Griezmann disparó desde fuera del área a las manos de Muslera y el portero charrúa despejó la pelota hacia dentro.
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sábado, 7 de julio de 2018
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